Octavo tema
Tema: La IDOLATRÍA.
P. Daniel Albarrán
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(agosto-septiembre de 2022, en ocasión de la novena de la Virgen, en la advocación de la Virgen del Valle)
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OCTAVO TEMA (octavo día de la novena: martes, 6 de septiembre de 2022
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LAS TABLAS:
Detallemos, ahora, lo de las tablas de piedra:
Después de hablar con Moisés en el monte Sinaí, le dio las dos tablas del Testimonio, tablas de piedra, escritas por el dedo de Dios (Éxodo 31, 18).
Ya hemos dicho que Dios es incorpóreo y que en Dios no hay arriba, abajo, sentarse, pararse, etcétera. Por lo tanto, lo de “escrito por el dedo de Dios “ es un antromorfismo, una manera de hablar el hombre cuando habla de Dios (véase los 13 principios filosóficos de la fe judía, Maimónides), y en este caso, la idea es que de inspiración divina porque viene de Dios (una alegoría). Esas tablas tenían las siguientes características: que estaban escritas por Dios (Éxodo 31, 18; 32, 16), primero, y, segundo, que estaban “escritas por ambos lados; por una y otra cara estaban escritas” (Éxodo 32, 15). Y, debieron ser livianas porque “Moisés y bajó del monte, con las dos tablas del Testimonio en su mano”. ¿Cuál mano, la derecha, o la izquierda? Llama la atención que en lo meticuloso de los detalles de la escritura hebrea no dice en sus manos, en plural, sino en singular, en su mano. Esa misma idea de su mano, en singular, aparece, también, cuando Moisés arrojó las tablas: “Cuando Moisés llegó cerca del campamento y vio el becerro y las danzas, ardió en ira, arrojó de su mano las tablas y las hizo añicos al pie del monte”.
Eso hace sugerir la idea de que las tablas, que eran de piedra (Éxodo 24, 12; 31, 18; 32, 19) no eran muy pesadas. No dice, tampoco, que Josué le ayudara a cargarlas. En este punto, considero que es oportuno mirar la escultura de Miguel Ángel, El Moisés, donde el artista coloca sobre su pierna derecha y bajo su brazo derecho una pequeña representación de algo parecido a una carpeta doble, más bien, pequeña. Eso ayudaría a hacernos una imagen más aproximada a lo del relato del libro del Éxodo.
También, es de resaltar que esas primeras piedras ya estaban escritas de antemano por Dios, según dice en dos o ocasiones (Éxodo 24, 12) en relación a esas primeras tablas, porque con las segundas tablas, hay cosas que son muy distintas.
Dijo Yahveh a Moisés: «Sube hasta mí, al monte; quédate allí, y te daré las tablas de piedra - la ley y los mandamientos - que tengo escritos para su instrucción.» El texto resalta “tabla de piedra…que tengo escrito para su instrucción”. Y, en el 31, 18: “Después de hablar con Moisés en el monte Sinaí, le dio las dos tablas del Testimonio, tablas de piedra, escritas por el dedo de Dios”. Y, se vuelve sobre la misma idea de que Dios le dio a Moisés. Le dio lo que ya tenía preparado. Y, con ello, queda descartado que Moisés escribió, por lo menos, en esos cuarenta días y cuarenta noches que estuvo en el monte. Ya habíamos detallado antes lo que en esas dos citas del Éxodo se diferencia y se une al mismo tiempo, lo de la Ley y los mandamientos.
Ahora bien: ¿Por qué las tablas de la Ley fueron escritas en piedra; por qué no talladas en oro, o en mármol, o en bronce, o algún otro material más fuerte, o en madera? ¿Estaba previsto que Moisés las iría a romper; y, en ese caso probable, entonces, lo de la IDOLATRÍA y lo del becerro de oro estaba en los planes de Dios, y, en cierta manera, era voluntad de Dios en el proceso de crecimiento del pueblo en relación a experiencia vacío-abandono y búsqueda de sentido? Algo ha de significar, entonces, que haya sido de piedra las primeras tablas. Y, si así es, ¿entonces, por qué esa masacre de los 3000?
Estamos en el centro del centro de nuestro tema que es la IDOLATRÍA. Llegamos a donde íbamos. Aquí es el mero centro. Todo lo demás es el andamiaje para poder sostener esta parte del tema, que es el más importante. Veamos, haciendo preguntas:
Primero: ¿Por qué Moisés no rompió de una vez las tablas allá arriba cuando se enteró de la fiesta de abajo? Si las hubiera roto allá arriba se hubiera evitado el trabajo de traerlas. Lo bueno era que Moisés cargaba las tablas en una sola mano. Además, si las hubiera roto allá arriba, nadie lo hubiera visto, y ni siquiera Josué porque éste no estaba propiamente con Moisés sino más abajito, en un punto intermedio, ni arriba, propiamente dicho, ni abajo tampoco. O, sea, en un punto de ni fú, ni fá. La situación de Josué debió ser complicada, porque no sabía nada de allá arriba, ni tampoco nada de allá abajo. El mismo texto lo dice, que (Éxodo 32, 16-18): “Las tablas eran obra de Dios, y la escritura, grabada sobre las mismas, era escritura de Dios. Cuando Josué oyó la voz del pueblo que gritaba, dijo a Moisés: «Gritos de guerra en el campamento.» Respondió Moisés: «No son gritos de victoria, ni alarido de derrota. Cantos a coro es lo que oigo.» Definitivamente, Josué no sabía nada de lo que estaba pasando en los dos escenarios, porque de saber que abajo había fiesta hasta se hubiera apurado en bajar. Y, no solo eso, también era poco colaborador porque ni siquiera ayudó a cargar las tablas que Moisés traía. Entonces, ¿qué hacía Josué?
En esto último se podría decir que Moisés no podía pedirle a Josué que le ayudara un ratico, porque eran las tablas de piedra dadas por Dios, y, por eso, eran sagradas. Entonces, ¿eran sagradas para que no las cargara Josué, y no eran tan sagradas para tirarlas al piso y hacerlas añicos? Eso mismo lleva a preguntar: ¿Tiene algún significado el hecho de que Moisés haya roto las tablas, no eran, acaso, sagradas? Porque si eran sagradas, y lo eran porque eran dadas por Dios a Moisés, y no era obra de Moisés sino de Dios, ¿por qué las tira y las rompe?
Ha de tener, entonces, un sentido ese hecho. Tiene que tenerlo. Creo que no le hemos dado mucha importancia a ese dato, y nos hemos dedicado más a lo del becerro. No se puede negar, sin embargo, que sin el becerro, primero, no hubiera habido destrozó de las tablas. Si. No se le debe quitar peso a la importancia del becerro, en relación a la IDOLATRÍA; pero, creo que está faltando algo que todavía no hemos descubierto. ¿Qué cosa?
Pongamos las cosas en su lugar y preguntemos:
¿Cuándo rompe Moisés y destroza el becerro de oro: antes o después de romper las tablas de piedra que traía dónde traía las leyes de Dios? Veamos el texto (Éxodo 32, 19-20): “Cuando Moisés llegó cerca del campamento y vio el becerro y las danzas, ardió en ira, arrojó de su mano las tablas y las hizo añicos al pie del monte. Luego tomó el becerro que habían hecho, , que esparció en el agua, y se lo dio a beber a los israelitas”.
El texto resalta, que:
Primero: ardió en ira (al ver lo que vió).
Segundo: arrojó de su mano las tablas y las hizo añicos al pie del monte.
Tercero : Luego tomó el becerro que habían hecho
Cuarto: lo quemó y lo molió hasta reducirlo a polvo.
Parece que lo lógico hubiera sido que primero fuera y se deshiciera del becerro. Total, “muerto el perro, se acaba la rabia”. Y, no hizo eso. ¿Qué hizo? El texto dice, que “arrojó de su mano las tablas y las hizo añicos al pie del monte”, de primero. Y, ¿por qué pagó los platos rotos las tablas de piedra; acaso eran ellas las culpables y las responsables de que se hicieran el becerro y estuvieran en fiestas? ¿Por qué, primero, rompió las tablas haciéndolas añicos, y solo después acabó con el becerro de oro? Creo que aquí está la clave.
Tratemos de dedicarnos solo a ese punto y a ese detalle. ¿Por qué se enfurece Moisés, y, enseguida, rompe las tablas; por qué las tablas; no eran, acaso, sagradas; además, al romperlas, no estaría, de alguna manera llevándole la contraria a Dios, y, más aún, desautorizando a Dios; o es que Dios le había concedido esa potestad a Moisés que se tomaba esa atribución no concedida por Dios? Eso nos lleva a volver a mirar el sentido dado ya en el texto al hecho que Moisés llevaba las tablas en su mano, y al llevarlas en su mano, que no se supo si es derecha o izquierda, lo hacía dueño y señor de eso que llevaba. El texto insiste en que eran las tablas del testimonio (Éxodo 32, 15): “Volvióse Moisés y bajó del monte, con las dos tablas del Testimonio en su mano, tablas escritas por ambos lados; por una y otra cara estaban escritas”. Entonces, ¿no eran tablas sagradas, sino que eran las tablas del Testimonio? Lo interesante está en que en ese mismo dato se resalta que las “tablas escritas por ambos lados; por una y otra cara estaban escritas”. No es suficiente con decir que “escritas por ambos lados”, y añade que “por una y otra cara estaban escritas”. Ese dato es importante.
¿De qué testimonio, como diciendo prueba o documento de que Dios y Moisés habían hablado? Entonces, ¿Las tablas no llevaban el sello y la firma de Dios? Porque, lo que intriga a este punto es por qué Moisés rompe las tablas. ¿No sería, entonces, Moisés un atrevido, un falta de respeto con las cosas sagradas, como lo eran las mismas tablas de la ley escritas en piedra, y escritas por el dedo de Dios?
Y, aquí, justo ahí, está el resuelve de todo este complicado caso. Porque, si es afirmativa la respuesta, entonces, es a Moisés a quien le sale juicio por falta de respeto con lo sagrado. ¡Imagínense! Haber roto las tablas de piedra, y con ello las tablas de la Ley. Además, ¿no se había ausentado por eso, porque iba a hablar con Dios, y, ahora que aparece trayendo lo que Dios le había encomendado para que le diera al pueblo, justo, ahora, rompe lo que traía en su mano? Habría, entonces, que hacer una convocatoria ipso facto y caerles todos encima a Moisés y lincharlo? ¿Qué se está creyendo este Moisés para hacer lo que hizo; no es eso, ya, una doble falta de respeto, primero al pueblo que se quedó esperando, y, nada menos, que por cuarenta días con sus noches, y, ahora viene trayendo lo que traía, y, ahora, lo rompe; y, después, una falta de respeto a Dios que le dio lo que le dio, y, que en verdad, no dio al pueblo porque las rompió? Eso por una parte, en este punto específico, porque al romper las tablas que eran de origen divino, ya, eso lo hacía lo meritorio de que Dios lo fulminara sin ningún tipo de miramientos. Y, Dios no lo castigó.
Así, que había motivos para que todos a la voz de una se abalanzaran contra el mensajero irresponsable, que había dejado con su ausencia hacer que el pueblo se desesperara por no saber qué hacer; y, ahora, que aparece, rompe lo que traía. Eso en caso que todos hubieran visto lo que había hecho Moisés cuando estrelló contra el suelo las tablas de piedra. ¿Quiénes pudieron verlo, entonces? El texto dice (Éxodo 32, 19): “Cuando Moisés llegó cerca del campamento y vio el becerro y las danzas, ardió en ira, arrojó de su mano las tablas y las hizo añicos al pie del monte”. Cerca del campamento. ¿Y, lo verían todos, aún los que estaban en la fiesta, comiendo, bebiendo y “soslayándose” como dice el mismo texto? Aquí me imagino que algunos de ellos, los más bebidos, le habrían dicho a Moisés que tomara y brindara también porque la fiesta estaba buena, desde la madrugada. Y, es que no hubo tiempo para un brindis, ni siquiera para Josué que estaba con Moisés, ya que Moisés hizo lo que hizo, y, ya sabemos. Y, ahora, encontramos otro detalle, y es que dice, que “arrojó de su mano las tablas y las hizo añicos al pie del monte”. ¿Dónde fue, entonces, donde rompió las tablas: ¿cerca del campamento, o al pie del monte? Porque si fue cerca del campamento, fue en terreno del pueblo donde estaba haciendo la fiesta, y fue en territorio de IDOLATRÍA; y si fue al pie del monte, entonces, fue en tierra sagrada, porque el pie del monte era sagrado? Y, aquí, parece resolverse lo que el texto ya había apuntado en Éxodo 32, 15, de que “Moisés y bajó del monte, con las dos tablas del Testimonio en su mano, tablas escritas por ambos lados; por una y otra cara estaban escritas”. ¿Tiene importante ese detalle? Parece que si, porque el mismo dato resaltado en dos veces, indica que esos “ambos lados”, y, “por una y otra parte estaban escritas”, y que son las tablas de el Testimonio, son, por una parte, el contrato de Dios, que sería una cara, y el contrato del hombre, que sería la otra cara, porque, precisamente, se trata de dos partes un contrato, por eso es el Testimonio. Eso mismo lleva a mirar que en el texto dice que rompió las tablas en la orilla del monte, y, así, la primera cara o parte de las tablas, que era de parte de Dios, se rompen; solo, inmediatamente después destroza la otra cara, la otra parte del contrato, y con ello ya no hay tablas de el Testimonio. Todo está en empate técnico: cero por ambos lados. Ninguno tiene ventaja. Están iguales a antes de subir al monte y de bajar con las tablas de piedra. Entonces, esos cuarenta días y cuarenta noches, tienen, ahora, un significado, a pesar que se pudiera ver como tiempo perdido.
Sigamos, en esa misma línea de análisis, en lo de por qué Moisés rompe primero las tablas de piedra, y después, solo después, destruye el becerro de oro.
Y, dije, ya, que, creo, que ahí está la clave de todo este intrincado caso, en dónde la clave es la IDOLATRÍA, porque, así como había IDOLATRÍA en el becerro de oro, como tal, también, cabía la posibilidad que hubiera IDOLATRÍA en conservar las tablas de piedra, aún cuando en ellas estuvieran la Ley y los mandamientos. Por eso, Moisés, justo en ese momento entra en un momento de trance místico, aún y a pesar de la ira que le dio, inmediatamente y después. La IDOLATRÍA es la clave, y, para romper la IDOLATRÍA, lo primero que tiene que hacer Moisés es romper lo que “traía en la mano”. Hay en ese hecho una carga mística, por una parte, y profética, por otra. Es cuando Moisés se convierte en el máximo profeta del pueblo de Israel, justo ahí. Y, ahí, Moisés supera todo prototipo posible, y rompe las tablas de piedra, porque se despoja de toda posible seguridad y protección. Se queda sin nada. Eso mismo lo autoriza para ir a deshacerse del becerro de oro. Solo así, Moisés puede hacer lo que hizo.
Dijimos que este el punto central de la no IDOLATRÍA, como resultado y consecuencia de la IDOLATRÍA. Porque para que se aplique el mandato de la no IDOLATRÍA, cosa prohibida por Dios, hay que deshacerse de toda posibilidad de IDOLATRÍA, que en el caso de Moisés eran las tablas de piedra donde llevaba la voluntad de Dios. Entonces, justo en ese momento, se da la máxima revelación de Dios en la que Moisés es el máximo exponente, defensor y practicante. Se está en cero por equipo. Hay que empezar de cero en la cuenta, porque, entonces, hay IDOLATRÍA en el becerro de oro, y, hay, también, IDOLATRÍA en lo de las tablas de piedra. Y, esta es la clave de lo del becerro de oro, que lleva implícito la IDOLATRÍA en ambos lados, porque de aferrarse Moisés a las tablas se haría IDOLATRÍA. Eso es mística en su más pura experiencia, en la que se despoja de todo, y se queda con nada, porque, la IDOLATRÍA sería eso mismo: tener a qué aferrarse y defender eso a lo que se aferra.
Si se usara la música como soporte para comprender en este punto tan importante de lo del becerro de oro, con su IDOLATRÍA y la no IDOLATRÍA, de seguro, habría que colocar la quinta sinfonía de Beethoven, o solo la parte del coro del Aleluya de Mendel, en el caso de gustos musicales refinados y educados. Pero, como mis gustos son mis gustos y mis cultivos son mis cultivos, yo me quedo solo con la canción que disfruto a placer de inculto, en una de “la múcura está en el suelo, y mamá, no puedo con ella”, o en su defecto “con la pata pelá”. Y, ya con ello me daría por satisfecho porque, de igual manera, no caería en la IDOLATRÍA de tararear una canción que no me suena bonito, aunque lo es, sin duda, pero me suena más a bueno las que acabo de decir.
Y, ya con esto llegamos a donde íbamos: la IDOLATRÍA, y de donde se desprende que para cumplir el mandato de no IDOLATRÍA, hay que dejar la IDOLATRÍA que es desprenderse hasta de las tablas de piedra donde están las tablas de la Ley. O, sea, en un quedarse sin nada.
Eso es mística en su más alta expresión y experiencia, y en la que Moisés rompiendo las tablas de piedra nos da un contenido impresionante de adorar al auténtico Dios, que no es ni siquiera una idea de Dios, porque esa idea y su defensa pasaría a ser IDOLATRÍA. De ahí se desprende todo, absolutamente todo. Mística, absolutamente mística de la que el capítulo 32 del libro del Éxodo es la mejor página de la literatura mundial sobre la IDOLATRÍA, por una parte, y de desprendimiento, por otra, porque la no IDOLATRÍA, más que mandamiento es una experiencia. Sin descartar, por supuesto, que es la mejor página habida mundialmente sobre la mística, sin olvidar la contundente frase del filósofo cuando dijo “Yo sé que no sé nada”, haciendo, así, que declararse no sabedor es no IDOLATRÍA en su máxima expresión. Si Moisés no hubiera roto las tablas, haciéndolas añicos, eso ya hubiera sido tablo-latría, o Decálogo-latría, o texto-latría, o cualquier otra latría, que sería IDOLATRÍA. Y, eso, no era posible.
Ahí está la importancia del relato del becerro de oro, en donde lo más importante dentro de todas las cosas importantes que ya tiene el relato, es que Moisés rompió las tablas, más que el becerro como tal, que sería una de las dos caras de el Testimonio de las tablas de piedra, y que al romper, tanto las tablas de piedra como el becerro de oro, estaba todo equilibrado. Queda, sin embargo, la cosa complicada con lo sucedido justo después que fue la masacre de los 3000, a lo que hay someter a la filosofía con todo tipo de preguntas, y, entonces, sería un estudio solo de ese comportamiento de Moisés y los de la tribu de Leví.
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