Séptimo tema

 Tema: La IDOLATRÍA.


P. Daniel Albarrán

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(agosto-septiembre de 2022, en ocasión de la novena de la Virgen, en la advocación de la Virgen del Valle)

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SÉPTIMO TEMA (séptimo día de la novena: lunes, 5 de septiembre de 2022)


LA DECISIÓN DE MOISÉS (Éxodo 32, 26-28):


“Y se puso Moisés a la puerta del campamento, y exclamó: «¡A mí los de Yahveh!» y se le unieron todos los hijos de Leví. El les dijo: «Así dice Yahveh, el Dios de Israel: Cíñase cada uno su espada al costado; pasad y repasad por el campamento de puerta en puerta, y matad cada uno a su hermano, a su amigo y a su pariente.»

Cumplieron los hijos de Leví la orden de Moisés; y cayeron aquel día unos 3000 hombres del pueblo”


Queda por verse después de esa decisión lo de que Moisés era o no iracundo. Hay, sin embargo, datos en el mismo texto que prueban que si lo era (Éxodo 32, 19): “Cuando Moisés llegó cerca del campamento y vio el becerro y las danzas, ardió en ira, arrojó de su mano las tablas y las hizo añicos al pie del monte”. Ya hay solo en esa cita una confirmación de que era fácil de enojarse, al punto de la ira: ardió en ira, primero; segundo, arrojó de su mano (en singular) las tablas; y, tercero, hizo añicos las tablas.  Eso, ahí, en ese versículo 19, porque en el versículo inmediato, en el 20, dice, que: “Luego tomó el becerro que habían hecho, lo quemó y lo molió hasta reducirlo a polvo, que esparció en el agua, y se lo dio a beber a los israelitas”. Era grande la ira de Moisés, sin dudas, porque: 


1. tomó el becerro que habían hecho

2. lo quemó

3. lo molió hasta reducirlo a polvo

4. lo esparció en el agua

5. y se lo dio a beber a los israelitas 


¿Era o no era iracundo?


No conforme con eso, mandó a pasar a filo de espada, pasando de puerta en puerta (Éxodo 32, 27). Y, aquí, se le podría criticar a Moisés que si había estado en lo alto del monte, de donde venía, y estaba con Dios, era de suponer, que tenía una condición especial como persona, al menos, más espiritual. Pero, ¿Qué te pasó Moisés? Es que cuarenta días y cuarenta noches… ¿no habían sido suficientes para venir, al menos, pacífico y sin alterarse; dónde estaba su equilibrio?


Y, ¿Por qué le dio de beber jugo de becerro de oro, porque a eso quedó reducido el becerro, sólo a los israelitas, y no a todo el pueblo?  El texto dice que quemó, primero, al becerro, y después, lo molió. Muy bien: ¿Dónde lo quemó, a campo traviesa, en una hoguera, en un horno; no era de oro, acaso, el becerro, y era grande, posiblemente, para moverlo? Y, dice, que lo molió. Y, ¿Cómo y dónde lo molió, en una trituradora; o lo molió a palo? ¿Dónde tendría Moisés en ese momento su bastón mágico con el que había hecho tantos prodigios, tanto allá en Egipto, con lo de las famosas diez plagas, como en el camino que había abierto el Mar Rojo en dos y lo volvió a cerrar; y después, hizo brotar agua de la roca, o convirtió el mismo bastón en serpiente; qué habría sido a esas alturas del bastón de Moisés; o sería que con el bastón hizo polvo el becerro de oro? Con las tablas de piedra era más fácil que se rompieran, porque eran de piedra; era cuestión de dejarlas caer y se rompían, más cuando el texto dice que Moisés las tiró de su mano. Era distinto con el becerro de oro, ya que el material con que estaba hecho era mucho más resistente. No hizo uso del bastón, porque el cronista o el narrador de aquellos acontecimientos lo hubiera contado, además porque era más creíble que se usara el bastón para todas aquellas hazañas, que parecen muy sencillas y sin complicaciones en lo de fácil en hacerse. En la inmediatez, aparece super fácil y súper simple lo que hizo Moisés con el becerro de oro. ¿Cómo convertir una pieza maciza de oro, así de por así, y tan rápido; y, después hacer jugo de becerro de oro y darlo en agua?


 El caso, a estas alturas del estudio, es que tenemos que hacer filosofía del hecho del becerro de oro, especialmente, de esa decisión de pasar a espada. No dice el texto, sin embargo, a quienes pasaron a espada, porque, se puede pensar de inmediato que fue a los que adoraron al becerro de oro. Pero, no lo dice. Lo que sí, es que “cayeron aquel día unos 3000 hombres del pueblo”. La filosofía que hay que hacer de esa decisión de Moisés es: ¿Es más importante la no IDOLATRÍA que la vida misma, al punto que Moisés prefirió darle más importancia a ese hecho que a la vida de en el mandato de “matad cada uno a su hermano, a su amigo y a su pariente”? ¿Es lógico en la lógica de un Dios de la vida ese patrón cruel y desconcertante de muerte en vez de vida, siendo así que Dios es vida? Lo de la cantidad de 3000 los pasados a espada indica, de hecho, que no fue todo el pueblo que incurrió en lo del becerro de oro, sobretodo, si tenemos en cuenta que fueron 600 mil los que salieron de Egipto, sin contar los de los otros pueblos que se habían venido. El texto dice: “Los israelitas partieron de Ramsés hacia Sukkot, unos 600.000 hombres de a pie, sin contar los niños”. De a pie, resalta el texto, porque, es de suponer, igualmente, que iría otra cantidad en montura en algún animal de carga. Lo que lleva a pensar que el número era de más de 600 mil, al menos, de los israelitas. 


 En todo caso, si aplicamos matemáticas, 600 mil menos 3000, serían, realmente, muy pocos. Eso aplicado en porcentaje, sería menos de un uno por ciento. Tampoco, entonces, es que fue tanta la cantidad de los que estuvieron en la fiesta del becerro de oro, porque eso sí que no se puede negar, que fue una fiesta (Éxodo 32, 6): “Al día siguiente se levantaron de madrugada y ofrecieron holocaustos y presentaron sacrificios de comunión. Luego se sentó el pueblo a comer y beber, y después se levantaron para solazarse”. Llama la atención que, madrugaron, y, después de ofrecer holocaustos y sacrificios, vino la comida y la bebida; y después de comidos y bebidos, “se levantaron para solazarse”. Y, en esto último se sugieren, de inmediato, algunas ideas como “recrear, distraer, entretener, regodear, desahogar, expansionar, divertir, alegrar, disfrutar, descansar, esparcir”; muy distinto de aburrido, producir, laborar, bregar, trajinar, fabricar, obrar, labrar, cultivar, aplicarse, esforzarse, ocuparse, atarearse  (wordreference.com/sinonimos/solazarse). Eso mismo es lo que enfurece a Dios, al ver lo que el pueblo estaba haciendo. Es, entonces, cuando Dios, primero, declara al calificar al pueblo de “dura cerviz” (Éxodo 32, 8-9): “Bien pronto se han apartado el camino que yo les había prescrito. Se han hecho un becerro fundido y se han postrado ante él; le han ofrecido sacrificios y han dicho: “Este es tu Dios, Israel, el que te ha sacado de la tierra de Egipto.”» Y dijo Yahveh a Moisés: «Ya veo que este pueblo es un pueblo de dura cerviz”. Es Dios el primero en hacer esa afirmación calificativa del pueblo; y, una vez, Aaron enfrentado por Moisés, es Aarón el que, también, utiliza la misma calificación de Dios, de “un pueblo de dura cerviz”, aunque Aarón lo dulcifica (Éxodo 32, 22): “Aarón respondió: «No se encienda la ira de mi señor. Tú mismo sabes que este pueblo es inclinado al mal”. 


Tampoco era que había mucha gente celebrando las primeras fiestas. Apenas eran 3000, que si vemos con 600 mil, eran poquitos, más bien. Lo bueno de todo eso es que los dejaron terminar la fiesta, porque el texto no dice que fue ahí mismo que los pasaron a espada, y hubiera sido fácil porque estaban amanecidos y estaban bebidos. No fue en ese momento. Los dejaron volver a las casas. Y, allá fue donde sucedió: “pasad y repasad por el campamento de puerta en puerta, y matad cada uno a su hermano, a su amigo y a su pariente” (Éxodo 32, 27). En todo caso, “nadie les iría a quitar lo bailado a aquella gente”,al menos de los que estuvieron en la fiesta.A este punto, tenemos que preguntar: ¿Qué conexión hay con lo de la sangre en los dinteles de las puertas cuando la última plaga en Egipto, que fue lo último que se hizo y murieron los primogénitos de los egipcios, menos los de los judíos, precisamente, porque tenían la marca de la sangre en las puertas (Éxodo 12, 12-13):


“Yo pasaré esta noche por la tierra de Egipto y heriré a todos los primogénitos del país de Egipto, desde los hombres hasta los ganados, y me tomaré justicia de todos los dioses de Egipto. Yo, Yahveh.

La sangre será vuestra señal en las casas donde moráis. Cuando yo vea la sangre pasaré de largo ante vosotros, y no habrá entre vosotros plaga exterminadora cuando yo hiera el país de Egipto”.


En el caso de Egipto la masacre fue de noche. Y, según el parecido, en el caso del becerro de oro, hace pensar, igualmente, que ese “pasar y repasar de puerta de puerta” para matar a los 3000 que murieron, fue, también, de noche. Atacar de noche es típicamente una estrategia militar de guerra para sorprender al enemigo durmiendo. Llama la atención, en todo caso, además de el hecho de que haya sido de noche la embestida de Moisés, en los dos casos, es que, así como fue la última acción para salir de Egipto, ahora, es la primera acción para tomar venganza en el caso del becerro de oro, sobretodo, lo de “puerta en puerta”, con una diferencia, y es que en el caso del becerro, era después de una fiesta en donde habían estado comiendo, bebiendo y soslayándose, y no podrían defenderse. Lo más interesante de todo esto es que quienes ejecutaron ese ataque sorpresa fueron los de la tribu de Leví. Y eso nos hace recordar aquella acción cruel y ventajosa, justamente, de Leví junto con su hermano Simeón (Génesis 34), en la que para vengar a su hermana Dina hizo que todos se circuncidaran, y una vez, recién circuncidados y adoloridos los de la tribu de Siquem, fueron atacados en traición y desventaja, aniquilando, literalmente a todos los de Siquem. Más bien vergonzosa aquella acción de Leví y Simeón, cosa que jamás su padre Jacob les perdonó, y justo antes de morir Jacob le recordó su mala acción (Génesis 49, 5-7):

Simeón y Leví, hermanos; llevaron al colmo la violencia con sus intrigas.

¡En su conciliábulo no entres, alma mía; a su asamblea no te unas, corazón mío!, porque estando de malas, mataron hombres, y estando de buenas, desjarretaron toros.

 ¡Maldita su ira, por ser tan impetuosa, y su cólera, por ser tan cruel! Los dividiré en Jacob, y los dispersaré en Israel.


Y, los que obedecieron las órdenes de Moisés de pasar a filo de espada, posiblemente, de noche y en ventajas, fueron los de la tribu de Leví, que vendría a ser el tatarabuelo, o algo así; es decir un tatarabuelo sanguinario. De esta línea familiar eran, igualmente, Aarón y Moisés. O, sea, que lo llevaban en la sangre. 


SURGEN LAS PREGUNTAS:


¿Quiénes eran los hijos de Leví, y, que en este caso, cumplieron las órdenes de Moisés? Nada más y nada menos que los primos-primitos de Moisés y de Aarón. Recordemos que Aarón y Moisés eran hermanos, y, también, María, la que había rescatado al bebé Moisés de las aguas del Nilo (Éxodo 2, 1-10). Es decir, que los hijos de Leví eran de la misma familia de Moisés. Un dato que llama poderosamente la atención es lo que dice el texto: “ Y dijo Moisés: «Hoy habéis recibido la investidura como sacerdotes de Yahveh, cada uno a costa de vuestros hijos y vuestros hermanos, para que él os dé hoy la bendición.». O, sea, que la recompensa inmediata a los hijos de Leví, que pasaron a filo de espadas, de nada menos, que 3000, hombres y mujeres, fue que Moisés les otorgó la investidura como sacerdotes. Escalofriante esta información, sin duda, aunque ya el mismo Moisés justifica esa decisión y esa masacre al decir “a costa de vuestros hijos y vuestros hermanos”. Ese fue el precio, la vida de los seres queridos. Terrible el costo. Y, enseguida, los premia porque “para que él os dé hoy la bendición”, y, les concede la investidura como sacerdotes. 

Es que, además, esa había sido la promesa-premio que Dios les había hecho de antes que Moisés subiera al monte, justo cuando Moisés le había dicho, por una parte, y anunciado, por otra (en las diferencias en lo del asunto de formar un pacto Dios-pueblo (Éxodo 19, 5-6):


Ahora, pues, si de veras escucháis mi voz y guardáis mi alianza, vosotros seréis mi propiedad personal entre todos los pueblos, porque mía es toda la tierra;  seréis para mí un reino de sacerdotes y una nación santa.” Estas son las palabras que has de decir a los hijos de Israel.»



 Es necesario resaltar, sin embargo, que esto último de promesa-premio es solo para los hijos de Israel, en la diferencia marcada ya en el texto, porque Moisés subió hacia Dios. Yahveh le llamó desde el monte, y le dijo: «Así dirás a la casa de Jacob y esto anunciarás a los hijos de Israel”, siendo el anuncio solo a los hijos de Israel, que en este caso, si se mantienen firmes y fieles, recibirán un reino de sacerdotes. Y, eso mismo fue lo que de inmediato Moisés les concedió a los hijos de Leví una vez obedecieron sus órdenes de pasar a filo de espada, porque se le unieron a la convocatoria de Moisés, los hijos de Leví (Éxodo 32, 26).


En esa misma línea de lectura del texto en cuestión, no podemos, ni debemos, pasar por alto lo de la intercesión de Moisés para que Dios no castigara al pueblo. Se podría decir que Moisés logró aplacar la ira de Dios; pero, es el propio Moisés, que, por el contrario, se las cobra aplicando una justicia terrible, más bien, inmisericorde, porque no hubo compasión. Y si Dios hubiera sido el que hubiera aplicado el castigo, pareciera entenderse que era parejo para todos; mientras, que si era Moisés el que iba a aplicar el castigo, como de hecho fue, según el relato, era, reducida la cantidad de los ajusticiados. Llama la atención que se trataba, en todo caso, “hijos y hermanos”, “hermano, a su amigo y a su pariente”, en manos de los verdugos, los de la tribu de Leví, sus primos inmediatos. Pero, Moisés justifica su actuar, porque se ampara en que ha así lo mandó Dios: “El les dijo: «Así dice Yahveh, el Dios de Israel: Cíñase cada uno su espada al costado; pasad y repasad por el campamento de puerta en puerta, y matad cada uno a su hermano, a su amigo y a su pariente.» O, sea, que Moisés era como era, porque, además de serlo, estaba apoyado. Es cuando sigue siendo urgente que sigamos haciendo filosofía de la IDOLATRÍA, por una parte; y, por otra, hacer obligatoriamente, teología de lo del becerro de oro, deteniéndose en lo de “noche” en el ataque y matanza de los 3000, teniendo noche una connotación con luz, y con pecado.


La otra pregunta que no puede faltar: Y, ¿Por qué no le tocó también su parte a Aarón, quien fue el que propuso la idea de desprenderse de las prendas de oro; además, ya tenía el molde hecho, y que era un molde de becerro; y, era el guía, el responsable y podía negarse a la petición del pueblo? ¿No tendría el carácter suficiente de líder para hacer entrar en razón al pueblo? Si se le suma el hecho de que Aarón tampoco sabía nada de nada respecto a la estadía de Moisés en el monte y su ausencia. ¿Qué iba a decir Aarón si es que no sabía nada? En este punto, puede pensarse que el primer confundido era el propio Aarón. ¿ Qué hacer Aarón…. Qué hacer? Al faltar Moisés que los sacó de Egipto estarían todos confundidos, incluyendo al mismo Aarón. ¿Y, ahora, qué: para dónde vamos si no sabemos; qué hacemos: esperamos a quién y para qué; ya es suficiente todo lo que se ha esperado? Se necesita un guía, un proyecto, un programa, un qué hacer con sentido y con razón. Se necesita un norte, en el sentido de un por qué; y, era evidente, que quien sabía que era  Moisés, no estaba. Esperar y ya se llevaba cuarenta días esperando. Era, entonces, lógico que había que hacer algo. La inanición es paralizante ybws contagiosa. Y, ¿si se manda una comisión que suba a la montaña a ver qué pasó con Moisés? Esto último no se podía porque Dios había prohibido acercarse ni siquiera un poquito, so pena de muerte. Habría que sumar el hecho de que, tal vez, Aarón, ni siquiera estaba convencido que él era el líder, al que había dejado Moisés. Y, por otra, ni hubo gente que le dijera a Aarón que él era la autoridad, y que le hiciera tomar conciencia de su rol en ese momento. Crisis por todos lados, definitivamente.


 Es una situación existencial, entonces, la IDOLATRÍA, de buscar sentido al sin sentido de lo inmediato, que, a todas todas, no tenía sentido. Entonces, la IDOLATRÍA no es problema. Parece, más bien, que el problema es no saber qué hacer, y no tener nada qué hacer. Y, no tanto, el becerro o la imagen, o que sea de oro o de barro el becerro. Es secundario y lo menos importante. Pareciera. Si a eso se le suma el hecho de que Dios no pierde oportunidad para sacarle en cara al pueblo que fue él, Dios, el que lo sacó de Egipto, y eso ya podría colocarse como un condicionamiento psicológico, porque otra vez con la misma cancioncita. A cada rato se lo decía (Éxodo 19, 3-4): “Moisés subió hacia Dios. Yahveh le llamó desde el monte, y le dijo: «Así dirás a la casa de Jacob y esto anunciarás a los hijos de Israel: “Ya habéis visto lo que he hecho con los egipcios, y cómo a vosotros os he llevado sobre alas de águila y os he traído a mí”. ¿De tanto repetir al pueblo lo mismo y lo mismo, no lo estaba induciendo psicológicamente a eso mismo?


Estas últimas preguntas llevan a volver a leer el texto. Y, es útil, porque, ahora, encuentro un nuevo elemento que está ahí, y que a primera y muchas vistas y relecturas no vemos si sentido. Parece que ahora desde estas preguntas tiene solución. Lo que lleva a reconocer la importancia de haber hecho las preguntas de ahora. ¿Qué dice el texto? Veámoslo (Éxodo 32, 1):


Cuando el pueblo vio que Moisés tardaba en bajar del monte, se reunió el pueblo en torno a Aarón y le dijeron: «Anda, haznos un dios que vaya delante de nosotros, ya que no sabemos qué ha sido de Moisés, el hombre que nos sacó de la tierra de Egipto.»


¿Dónde está lo nuevo, y que no es nuevo, y que está ahí, clarito, y no lo vemos? En la solicitud concreta del pueblo. La solicitud es precisa al decir (Éxodo 32, 1):


1. Anda, haznos un dios que vaya delante de nosotros,


2. ya que no sabemos qué ha sido de Moisés, el hombre que nos sacó de la tierra de Egipto.»


La solicitud es precisa, y, también, lo es la justificación de esa solicitud. La justificación es “que no sabemos qué ha sido de Moisés, el hombre que nos sacó de la tierra de Egipto”. Más que justificada la razón, que es que no tienen líder. Eso ya es una humillación para Aarón porque Moisés lo había dejado en su representación, pero, por la razón que dan, no ven en Aarón al líder. Y, eso mismo nos da un elemento nuevo como pauta de interpretación, y es que el pueblo no estaba pidiendo otra cosa sino un líder, simplemente. Aunque, ya de esto hemos hablado un poco antes. Eso podría ser una versión y una aplicación distinta de ídolo, que sería una guía a quien seguir. 


Por otra parte, en este sentido, llama también la atención que Aarón pidiera solo de las mujeres y niños sus prendas de oro: «Quitad los pendientes de oro de las orejas de vuestras mujeres, de vuestros hijos y vuestras hijas, y traédmelos.» Eso lleva a preguntar que es la constante de todo estudio, y es: ¿No sería que del hecho de que las mujeres llevaran adornos de oro como pendientes, ya, en ese detalle de figuras de animales o de cualquier otro motivo decorativo, eso que ya era un ídolo, de eso mismo se iría a hacer una nueva imagen que los representara a todos; y, por eso mismo, la prontitud de “todo el pueblo” de desprenderse y recolectar lo que Aarón necesitaba? Por otra parte, ¿fue tanto el oro que se recolectó, y, había tanta gente para recolectar tan grande cantidad? Sería interesante saber por curiosidad cuanto pesaría aquel becerro y cuáles habrían sido sus medidas, y si fue tan alto y grande como un becerro ya adulto, o becerro recién nacido, o mediano; porque, de inmediato, nos hacemos la idea de un becerro, más bien buey. Y si le juntamos a eso el hecho de la fábrica como tal, en detalles como el horno y su tamaño donde se fundió el oro, la leña con la que se mantuvo el fuego constante para avivar el horno, los torneadores, el molde mismo en el que se vertiría el oro y el tiempo de espera para que se formara la imagen pre-fabricada. Porque, Aaron no pudo haber eso todo eso él solo. Imposible.



Ciertamente, estas últimas posibilidades es una manera de buscar cinco patas al gato, al ponernos demasiado minuciosos en descubrir detalles dónde, tal vez, no los haya. Tal vez. 


Aarón, sin embargo, busca justificarse y quitarse algo de responsabilidad, cuando es confrontado por Moisés, y le dice que él, Aaron, solo pidió las prendas de oro (Éxodo 32,24): “Yo les contesté: “El que tenga oro despréndase.” Ellos se lo quitaron y me lo dieron; yo lo eché al fuego y salió este becerro.» Y, aquí hay que comparar con el texto de antes del versículo 24, porque, ya, antes, en el versículo 4, el texto dice que “Los tomó él de sus manos, hizo un molde y fundió un becerro”. Pero, el texto incrimina, definitivamente, a Aarón, y en el versículo inmediato, dice (32, 25): “Vio Moisés al pueblo desenfrenado - pues Aarón les había permitido entregarse a la idolatría en medio de sus adversarios…”El texto resalta dos datos importantes: uno: el pueblo desenfrenado; y, dos: pues Aarón les había permitido entregarse a la IDOLATRÍA. Responsable: Aaron. De aquí se desprende que el problema de la IDOLATRÍA no es la imagen, que en este caso es del becerro, sino el desenfreno del pueblo. Entonces está valiendo la pena este estudio sobre la IDOLATRÍA.


Entonces, hay un elemento relacional en la IDOLATRÍA, que es el desenfreno. Y, uno es el resultado de lo otro. Valdría la pena preguntar el día en que eso sucedió, porque si fue en sábado, la cosa se pone, entonces, más que interesante y complicada, porque, de ser sábado, no se puede negar bajo ningún pretexto ni excusa que fue pecado, bajo la comprensión netamente judía.


 Y, ¿fue pecado? Interesante. InInteresante. Porque, entonces, volvemos a cuando dijimos que el antes y y el después del acontecimiento del becerro de oro tenía dos momentos en cada caso. Los dos del antes son: uno,  hasta Moisés en la tradición oral de la Torah, y podría ser el antes lejano; y, el antes inmediato, sería, justamente, las tablas de la Ley, que en este caso del becerro de oro, fueron rotas y hechas añicos porque Moisés las tiró. E, igualmente, en ambos casos, se seguía igual porque no había ley, ni tablas, ya que, aún, se estaba en una condición de ley oral. Y, los dos momentos del después: uno, que se había vivido la crueldad de una Ley no escrita y por la que se pagaba con la vida; y, otra, que, ahora, se formalizaba por parte de Moisés un pueblo de sacerdotes, como resultado de una fidelidad, igualmente, a una Ley todavía no escrita. Y, que en ambos casos, faltaba la Ley escrita, cosa que se asegurará con las segundas TABLAS que vendrán, precisamente, después de lo del becerro de oro.


La pregunta: ¿Hubo pecado, entonces, en lo del becerro de oro? Si se aplica la idea de que las tablas de la Ley estaban rotas, se podría decir que no, porque no había nada escrito. En caso que nos quedemos que todo había seguido igual como consecuencia de la ira de Moisés que tiró las tablas al suelo y las rompió. Eso llevaría a no dar demasiada importancia, entonces a los capítulos del libro del Éxodo desde el 20 hasta el 31, y saltar, y obviar todo lo escrito y narrado en ellos, porque todo en se contenido quedó en nada por el simple hecho de que las tablas estaban rotas.

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