Tercer tema

 Tema: La IDOLATRÍA.


P. Daniel Albarrán (agosto-septiembre de 2022, en ocasión de la novena de la Virgen, en la advocación de la Virgen del Valle)


TERCER TEMA (tercer día de la novena: jueves, 1 de septiembre de 2022)


Es necesario que ubiquemos los tiempos de la NO-IDOLATRÍA, sabiendo ya porque lo precisamos en el capítulo anterior, que la NO-IDOLATRÍA es el mandato por parte de Dios con su sello característico de “Yo soy Dios”. Así que esa expresión significa mandato divino. Y, el tiempo de la NO-IDOLATRÍA está dado en el Decálogo, que son las primeras tablas y que fueron rotas por Moisés (Éxodo 20, 1-21), en donde, ya, se demarca la situación porque de incurrir en la falta, llevará el castigo “de los padres en los hijos hasta la tercera y cuarta generación”; y, de no incurrir, lleva a contar con la misericordia de Dios por años. Las cosas quedan esclarecidas y claras desde el mismo comienzo. Y, eso mismo suena escalofriante, por una parte, porque sobreviene un castigo aterrador de muerte; y esperanzador, por otra, porque se tendrá vida como recompensa. Aunque si lo vemos bien no debería permanecer ese castigo, o premio,  ya que en esa vez las tablas fueron rotas, y habría que citar, más bien, las segundas tablas que serían las que si permanecen y están en Éxodo. En este sentido, siempre nos hemos quedado con esas primeras tablas, pero, que si al texto vamos, fueron rotas, y no se reconstruyeron.


Queda por descifrar, ahora, los tiempos de ese mandato de NO-IDOLATRÍA. Para ello, igualmente, coloquemos como punto el hecho de las tablas de Ley en un antes y en un después, porque el antes tiene dos conexiones que son las mismas tablas de la Ley, como, igualmente, el después tiene dos momentos. El antes está en que Moisés tenía la Ley, pero, todavía no las había dado y transmitido al pueblo que estaba esperando por casi cuarenta días bajo la guía de Aarón, el hermano de Moisés que había recibido el encargo de ser el guía mientras Moisés estaría en el monte. Aunque si nos quedamos solamente en el capítulo 20 del libro del Éxodo, vemos que ya el pueblo sabía algo, porque aparece que de inmediato Moisés le dijo al pueblo de una vez lo que Dios le había dicho que dijera; aunque no sabía con exactitud todo lo que traía Moisés como información y mandato. Es cuando se da el Decálogo. Pero, si pasamos al capítulo 32 del Éxodo, todavía el pueblo no lo sabía, y seguía a la espera de Moisés, porque Moisés tardaba. Así, que si seguimos lo que dice en el capítulo 32, se entiende lo del becerro de oro, porque estaría faltando el conocimiento y la información que Moisés traía, y que, justamente, tira al suelo rompiendo las tablas que traía. 



En este caso, y que sería lo que dice el capítulo 32, en ese mientras tanto el pueblo se había hecho el becerro de oro, que era el recuerdo de lo vivido en Egipto, porque el becerro era la representación de un buey, ídolo que se utilizaba en Egipto, y a esa experiencia vivida quería volver en su seguridad a la que tenía todo el derecho, aún cuando olvidara que allá habían estado esclavos, y, ahora, eran libres. Entonces, en ese mientras tanto Moisés regresaba, el pueblo buscaba su referencial que estaba, primero en el mismo Moisés quien fue el que los sacó de Egipto, en nombre de el Dios que lo mandó, y del Dios, el “Yo soy”. Al no tener al líder que era Moisés, no tenían, tampoco, al Dios que lo envío. Era lógico, en cierta manera, entonces, buscar un asidero y una referencia, cosa que era evidente que no representaba Aarón el hermano de Moisés. 


 Lo que si sabía el pueblo era que la montaña era sagrada y prohibida y estaban advertidos de no acercarse so pena de muerte, que estaba representada en el humo, pues “Todo el monte Sinaí echaba humo debido a que el Señor había bajado a él en medio de fuego. El humo subía como de un horno, y todo el monte temblaba violentamente” (Éxodo 19:18).

Es de resaltar en ese hecho del becerro de oro los elementos psicológicos y sociológicos que se dan. El elemento psicológico está en que buscaban tener seguridad, y al no estar Moisés quien les daba esa seguridad buscaban y pedían una referencia. Eso por una parte, porque estaban necesitados de seguridad, y, por otra, Moisés era, en cierta manera responsable de ese vacío porque, ¿Por qué no les había adelantado algo, en caso de saber por adelante algo de lo que iría a suceder allá arriba? 


Y, ya podremos decir, entonces, que la psicología de la IDOLATRÍA está en ausencia de una referencia que nos dé seguridad, por no tener información precisa. Entonces, ¿Es culpa del loco, o es culpa del que le da el palo al loco? En una salida psicológica de auto-defensa podría decirse que el culpable es el mismo Moisés. Además, ¿Por qué se tardó tanto; o, en su defecto, por qué no mandó a Josué, que había subido con Moisés a la montaña, a que bajara y diera alguna información, como, de ya casi baja, esperen un poco más?


Por otra parte, es triste pensar que Aarón, definitivamente, no representaba para ellos esa seguridad, porque no lo valoran y, más bien, le piden que les asigne un líder, que no era justamente el propio Aarón. Humillante para Aarón que había quedado asignado para fungir como guía. Y, en ese mismo hecho se da el elemento sociológico, pues todos pidieron eso, y no hubo quien buscara el equilibrio, ni siquiera Aarón, ya que ante la solicitud fue el mismo Aarón quien pidió que se desprendieran de todas las prendas de oro para fundirlo y hacer el becerro. Sin embargo, no era por falta de líder, o guía, porque lo tenían: ahí estaba Aarón. Este otro elemento es bueno resaltar, porque es otro elemento de la IDOLATRÍA el hecho de no valorar lo que se tiene, y de quedarse en lo que fue, y que ahora no es. Ciertamente, Moisés no estaba; pero, estaba Aarón. Tal vez, Aarón no era de su aprecio porque o era demasiado pasivo para sus gustos o se habían quedado esperando ahí, sin caminar y avanzar hacia algún lado; y ya llevaban en ese estancamiento cuarenta días. ¡Mucho tiempo! ¡Había que hacer algo! ¡Había que moverse! Y, era, eso, precisamente, lo que ellos, el pueblo necesitaba según la dinámica de movimiento y de ver el queso a la tostada. Es que a veces el no moverse es ya un movimiento, y el pueblo no se percataba de ese movimiento en el no movimiento. Es cuando el texto resalta, que: “Cuando el pueblo vio que Moisés tardaba en bajar del monte, se reunió el pueblo en torno a Aarón y le dijeron: «Anda, haznos un dios que vaya delante de nosotros, ya que no sabemos qué ha sido de Moisés, el hombre que nos sacó de la tierra de Egipto.»


Llama la atención que ante esa petición Aarón les pide que se despojen del oro. ¿Qué tiene que ver el oro con el líder que el pueblo está pidiendo? Y, llama, igualmente, la atención la prontitud con la que el pueblo accede a la petición de Aarón. Y, ¿de cuál oro se trataba; no sería del oro que trajeron de Egipto cuando la salida? Eso nos obliga a volver al capítulo 12 del libro del Éxodo (12, 35-36):  “Los israelitas hicieron lo que les dijo Moisés y pidieron a los egipcios objetos de plata, objetos de oro y vestidos. Yahveh hizo que el pueblo se ganara el favor de los egipcios, los cuales se los prestaron. Así despojaron a los egipcios”. Es que Aarón sabía que el pueblo tenía oro, por eso les pide las prendas de oro.


Vayamos, ahora, al becerro, que no era, sin embargo, cualquier becerro; era de oro. Hasta en eso el detalle es interesante, ya que de que sea de oro puede interpretarse como que la imagen que representara el vacío y la inseguridad que se buscaba, fuera de lo mejor que se tenía, y no de cualquier otro material, sino de oro. Entonces, el oro pudiera interpretarse como todo intento de llenar un vacío inmediato y de seguridad. Tal vez, para indicar que se proyecta una debilidad en una supuesta fortaleza en el oro, precisamente. Ese detalle es psicológico y sociológico, al mismo tiempo. Surge, de inmediato, la pregunta: ¿Es malo tener inseguridad? Simplemente, se tiene. Y, se tiene por ausencia, que en el caso del becerro de oro, que era el sustituto de una referencia que eran Moisés y Dios. Y, Moisés no estaba y no llegaba, que podrían ser la justificación, porque la culpa de aquella decisión era de Moisés, porque, primero, tardaba mucho, y segundo, no formó lo suficiente al pueblo. Es que las circunstancias lo llevaron a eso. Y, ¿No estaba, entonces, Aarón ahí, pues? No. Aarón es un débil y no tiene carácter, y la prueba es que no supo ser líder y enseguida mandó a buscar oro e hizo el becerro.  





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